domingo, 11 de noviembre de 2012

LOS PENSADORES QUE CAMBIARON NUESTRO TIEMPO ( III ).Victor Avila (colectivo).

de Colectivo Nacional, el El Domingo, 11 de noviembre de 2012 a la(s) 4:46 ·
Manuel Críspulo Bernabé Dorrego (Buenos Aires, 11-06- 1787 - Navarro, provincia de Buenos Aires, 13-12-1828) fue un militar y político argentino, uno de los principales referentes del federalismo rioplatense de la primera mitad del siglo XIX. Se caracterizó por su carácter extremadamente fuerte, casi descontrolado. Participó en la guerra de independencia y en las guerras civiles argentinas.
Hijo del comerciante portugués José Antonio do Rego y María de la Ascensión Salas, fue el menor de cinco hermanos. En 1803 ingresó en el Real Colegio de San Carlos. En 1810 se encontraba estudiando en la Real Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile, como muchos compatriotas suyos. Fue un representante de los sectores independentistas más exaltados desde los días de la destitución del Gobernador García Carrasco, llegando a gritar "¡Junta queremos!" durante la asamblea en la que los vecinos de Santiago destituyeron al Gobernador, cuando el ambiente reinante era absolutamente indiferente a la idea de la Independencia de España.
Carrera militar en Argentina
Al estallar la Revolución de Mayo se encontraba todavía en Chile, donde participó en la represión de la reacción realista de Tomás de Figueroa, y desde donde regresó con refuerzos para la guerra de la Independencia.
Entre febrero y marzo de 1811 Manuel Dorrego será el encargado de atravesar la cordillera de Los Andes al menos en 4 viajes para llevar alrededor de 400 soldados chilenos voluntarios a reforzar las tropas argentinas inmersas en la guerra revolucionaria, medida solicitada por el gobierno argentino y apoyada por el lí­der de la Junta de Gobierno en Chile, Juan Martínez de Rozas. Se destacó como militar al enrolarse en el Ejército del Norte, teniendo protagonismo en los combates de Sansana y Nazareno, y luego fue dirigido por el general Manuel Belgrano, llegando al grado de coronel. Participó como jefe de la infantería de reserva en la batalla de Tucumán, 24 de septiembre de 1812 y en la batalla de Salta, del 20 de febrero de 1813 fue uno de los primeros jefes en llegar al centro de la ciudad. Pese a que Belgrano le reconocía valor y capacidad, tuvo problemas por su indisciplina. Eso lo privó de participar en las dos últimas batallas de la campaña al Alto Perú. Belgrano mismo comentaría que no hubiera perdido estas dos batallas si hubiera contado con Dorrego. Volvió a incorporarse al Ejército después de la derrota, para apoyar la retirada del mismo al mando de partidas de guerrilleros gauchos. Pero el nuevo jefe, José de San Martín, lo sancionó por haber faltado el respeto a Belgrano, lo que le valió un retraso en su ascenso militar y no participar tampoco en la tercera campaña al Alto Perú. Al iniciarse abiertamente el conflicto entre federales y unitarios, se encontró a las órdenes del Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata luchando contra los caudillos federales, derrotando inicialmente a Fernando Otorgués en la batalla de Marmarajá el 14 de octubre de 1814, aunque luego fue derrotado por el entonces lugarteniente de Otorgués, Fructuoso Rivera, en la batalla de Guayabos, del 10 de enero de 1815.
Pensamiento político
La participación en el conflicto que afectaba a las Provincias Unidas del Río de la Plata, sin embargo, lo hizo ir acercándose al ideario de José Gervasio Artigas. Se pronunció por el federalismo (algo hasta ese momento inusitado en Buenos Aires), buscando la autonomía de Buenos Aires en igualdad de condiciones que las demás provincias. Sus ideas federales eran un tanto ambiguas. Dirigió un grupo opositor al Directorio, en el que figuraban también Manuel Moreno, Pedro José Agrelo, Domingo French, Vicente Pazos Kanki, Manuel Pagola y Feliciano Chiclana. Apoyaba la posición republicana en contra de las pretensiones monárquicas de los directoriales de llamar a un príncipe europeo para coronarlo rey. Por otro lado, se opuso a la política del Director Juan Martín de Pueyrredón de acercarse a Portugal para atacar juntos a los federales de la Banda Oriental. Por ello fue arrestado y expulsado por el Director.
Fue condenado al destierro en Santo Domingo, una colonia española. En el viaje fue liberado, el capitán se dedicó a la piratería, y estuvo a punto de ser condenado a muerte por eso. Logró llegar a Baltimore, en los Estados Unidos, donde pronto se le unieron los demás miembros de su partido, expulsados también por Pueyrredón. Allí conoció el federalismo en acción: leyó los periódicos e incluso editó uno en castellano. Se entrevistó con varios políticos, y quedó convencido de su posición republicana y federal.
Primer gobierno
Regresó a Buenos Aires en abril de 1820, tras enterarse de la caída del Directorio, en medio de la Anarquía del Año XX. Fue rehabilitado y recibió el mando de un batallón. Cuando el gobernador de Buenos Aires Miguel Estanislao Soler fue derrotado por Estanislao López en la batalla de Cañada de la Cruz, tomó el control de los ejércitos de la capital y fue nombrado gobernador el 29 de junio. Salió a campaña a perseguir a López y sus aliados, José Miguel Carrera y Carlos María de Alvear, a quienes derrotó en San Nicolás de los Arroyos. Después invadió la provincia de Santa Fe y derrotó a López en una pequeña batalla en Pavón. Pocos días después, fue derrotado completamente en la Batalla de Gamonal.
El 20 de septiembre fue depuesto en ausencia por la legislatura, que nombró en su lugar a Martín Rodríguez. Desde el frente se retiró a su quinta en San Isidro. Fue deportado brevemente en octubre de 1821 a la Banda Oriental.
De regreso ayudó a aplastar la "revolución de los Apostólicos", dirigida por Gregorio García de Tagle, a quien logró capturar; pero lo dejó huir. Acto notable, porque Tagle era el ministro que había firmado su destierro y prácticamente su condena a muerte junto a Pueyrredón en 1816.
El jefe de la oposición
En octubre de 1823 se incorporó a la legislatura provincial y se puso al frente de la oposición federal al gobierno de Martín Rodríguez y su ministro Bernardino Rivadavia. A diferencia de los unitarios porteños, encarnaba los intereses de la población de gauchos del campo y de la gente pobre de los barrios de la ciudad. Hizo una fuerte campaña presionando al gobierno a declarar la guerra a Portugal, para liberar la Banda Oriental; no tuvo éxito ante la cerrada defensa del partido del gobierno, que incluso lo excluyó de la reelección. De todos modos, junto con su hermano Luis apoyaron la campaña libertadora de los Treinta y Tres Orientales.
Se embarcó en un mal negocio de minería lo que lo llevó a hacer un viaje al Alto Perú; allí fue partícipe de las entrevistas habidas entre el libertador Simón Bolívar, por un lado, y el general Carlos María de Alvear y el doctor José Miguel Díaz Vélez, en representación de las Provincias Unidas del Río de la Plata, por el otro, en la que se logró que el territorio de Tarija se reincorporara a las Provincias Unidas. Se entusiasmó con los planes del primero para crear una Federación Americana. Y le pidió ayuda para expulsar a los portugueses de la Banda Oriental, en términos de una adulación insólita para un personaje con una actitud tan independiente como Dorrego.
En su viaje de regreso se puso en contacto con el caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, que lo puso en contacto con los federales del interior y lo hizo elegir diputado al Congreso Nacional. Allí se mostró contrario a la política del presidente Rivadavia por el centralismo de la misma. Al discutirse la Constitución de 1826 debatió sobre la forma de gobierno y el derecho al sufragio. Desde el periódico "El Tribuno" atacó las medidas centralizadoras de Rivadavia, ganando prestigio en las provincias, en donde se lo consideraba un dirigente federalista de Buenos Aires. Influyó con su prédica en la crisis que culminó con la renuncia de Rivadavia a la Presidencia de la Nación. El Partido Unitario lo consideraba un traidor porque siendo Dorrego de clase patricia porteña, representaba para la metrópoli lo que había representado antes José Artigas, el político capaz de unir a la ciudad con las masas populares.
Cuando se le objetó que el federalismo era imposible dada la pobreza de las provincias, respondió que éstas podían ser económica y administrativamente viables, si se agruparan en grupos más grandes. Defendió el derecho a voto de los "criados a sueldo, peones jornaleros y soldados de línea", argumentando:
"¿Es posible esto en un país republicano? ¿Es posible que los asalariados sean buenos para lo que es penoso y odioso en la sociedad, pero que no puedan tomar parte en las elecciones?... Yo no concibo cómo pueda tener parte en la sociedad, ni como pueda considerarse miembro de ella a un hombre que, ni en la organización del gobierno ni en las leyes, tiene una intervención..."
Segundo gobierno
El presidente Rivadavia envió a negociar la paz con el Imperio del Brasil a su ministro Manuel José García, indudablemente la persona menos indicada, al punto de haber sido quien había incitado al rey de Portugal a invadir la Provincia Oriental en 1816. Negoció la paz a cambio de la entrega lisa y llana de la provincia al Imperio del Brasil, lo que increíblemente transformaba las victorias militares argentinas en una victoria diplomática de Brasil. La indignación por el tratado, a pesar de que Rivadavia lo rechazó de plano, llevó rápidamente a su renuncia.
Se disolvió el Congreso, se consideró caducada la presidencia, y se llamó a elecciones para una nueva legislatura porteña. Ésta nombró gobernador a Dorrego en agosto de 1827. En ese momento, que parecía ser el de su absoluto encumbramiento, se le ofreció el grado de general. Dorrego declinó a tal honor explicando que sólo lo aceptaría cuando se considerara digno de tal grado, es decir, cuando lo ganara en el campo de batalla.
Su gobierno trató de ser federal, sin lograrlo por completo: inició tímidos pasos para dar al país una organización federal. El interior confiaba en su gestión; y como los gobiernos provinciales ya lo consideraban un amigo de las provincias, éstas le dieron el manejo de la guerra y las relaciones exteriores.
Respecto del "problema del indio" en la frontera, Dorrego sostuvo que:

“El interés de asegurar y de extender nuestras fronteras respecto de los indios salvajes es demasiadamente sentido. Los habitantes de la campaña habían sido excitados a concurrir con sus auxilios a formar una nueva línea. No obstante, un proyecto de esta naturaleza estaba consignado al olvido; pasando a la administración actual la tarea de renovarlo, y llevarlo a su perfección. Más entretanto, la repetición y los excesos de la leva, sobre atacar la seguridad personal, y producir una espantosa emigración, había causado tal desorden en los cuerpos de la milicia activa como los causó en la ciudad, que era imposible de mandarles ningún servicio, o contar con seguridad en sus esfuerzos, si la campaña hubiese sufrido una incursión."
Manuel Dorrego. Mensaje del 14 de septiembre de 1827.
Dorrego trató de superar la "herencia" de la Convención firmada por García. Para esto, como principal gobernante de las Provincias Unidas intentó concluir rápidamente la guerra argentino-brasileña con audaces operaciones, motivo por el cual comisionó al gobernador santafesino Estanislao López para la liberación de las Misiones Orientales como paso previo al desalojo de los brasileños, establecidos en Porto Alegre; asimismo logró que un mercenario alemán llamado Friedrich Bauer dejara de estar al servicio de Brasil e intentara la creación de la República de Santa Catarina. Dorrego también entró en relación con los principales líderes riograndenses: Bento Gonçalves da Silva y Bento Manuel Ribeiro para que ellos crearan la República de San Pedro del Río Grande.
Pero la presión de Inglaterra, ejercida directamente por el enviado lord John Ponsonby, representante de los intereses británicos en Buenos Aires, e indirectamente a través del Banco de la Provincia de Buenos Aires, controlado por capitalistas ingleses, trabaron su accionar. Por otro lado, las acciones directas de naves militares del Reino Unido y del Brasil sobre naves argentinas forzaron a Dorrego a aceptar una paz desventajosa. Ponsonby llegó hasta el punto de amenazar con una intervención militar si no se firmaba la paz con Brasil.
Si bien se mantuvo inflexible sobre la negativa a aceptar lo antes firmado por García, se vio obligado a firmar una nueva convención de paz con el Brasil, ratificada el 29 de septiembre de 1828, por la que aceptaba la independencia de la provincia en disputa como Estado Oriental del Uruguay. A principios de octubre las tropas argentinas establecidas en Río Grande partían de regreso hacia Buenos Aires.
Conspiración y muerte
Dorrego era propenso a ganarse enemigos, y la lucha periodística en que se vio enredado desde el comienzo de su gobierno con el partido unitario derrotado llevaron los ánimos a un enfrentamiento apenas latente. Los unitarios esperaron su oportunidad y ésta llegó con el ejército que había combatido contra el Brasil, cuyos oficiales estaban abiertamente descontentos con el tratado de paz.
Dorrego estaba sencillamente indefenso: a la luz del día se tramaba una conspiración para derrocarlo. Cuando le dijeron que el general Juan Lavalle, antiguo compañero de armas en el ejército y a quien Dorrego había recomendado en su momento para un ascenso, estaba a punto de atacarlo, no quiso creerlo. El 1 de diciembre, sin embargo, Lavalle se puso al frente de una revolución y lo derrocó.
Mientras Dorrego se retiraba al sur de la provincia, los unitarios celebraron una "elección" (en la que sólo participaron ellos) que nombró gobernador a Lavalle. La elección se hizo de viva voz en el atrio de una iglesia, custodiada por el regimiento de Lavalle. La legislatura fue disuelta y los unitarios celebraron que los sirvientes “volverán a la cocina”.
Apoyado por el coronel Juan Manuel de Rosas, el gobernador pidió ayuda a los demás gobiernos provinciales y se dirigió a Navarro. Imprudentemente, esperó allí a Lavalle y sus hombres, por los que fue fácilmente vencido en la batalla de Navarro. Huyó hacia el norte, buscando la protección de Ángel Pacheco, pero fue arrestado por Bernardino Escribano y Mariano Acha, dos oficiales a los que suponía leales, y entregado a Lavalle.
Lavalle se negó a conversar con él e inmediatamente ordenó que se lo fusilara, tal como se lo había instigado en la reunión del 30 de noviembre a la que fueron, entre otros, Julián Segundo de Agüero, Salvador María del Carril, los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela, Martín Rodríguez, Ignacio Álvarez Thomas y Valentín Alsina. Dorrego, indignado, contestó:
"Dígale que el gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, el encargado de los negocios generales de la república, queda enterado de la orden del señor general. A un desertor al frente del enemigo, a un enemigo, a un bandido, se le da más término y no se lo condena sin permitirle su defensa ¿Dónde estamos? ¿Quién ha dado esa facultad a un general sublevado? Hágase de mí lo que se quiera, pero cuidado con las consecuencias."
Enseguida le escribió una carta a Estanislao López y otra a su esposa –Ángela Baudrix–, en que les expresó:
"dentro de unas horas seré fusilado y todavía no sé por qué razón."
Legó la mayor parte de sus bienes materiales al Estado y escribió a López que perdonaba a sus perseguidores y le pedía que su muerte no fuera causa de derramamiento de sangre. Pero esto fue exactamente lo que ocurrió: fue el comienzo de una larga guerra civil.
Sumaria y extrajudicialmente, Dorrego fue fusilado por orden de Lavalle en el pueblo de Navarro, el 13 de diciembre de 1828.
Salvador María del Carril, uno de los que había empujado a Lavalle al crimen, le escribía unos días después:
«fragüe el acta de un consejo de guerra para disimular el fusilamiento de Dorrego porque si es necesario envolver la impostura con los pasaportes de la verdad, se embrolla; y si es necesario mentir a la posteridad, se miente y se engaña a los vivos y a los muertos»
Lavalle, por su parte, asumió solo toda la responsabilidad:

"Participo al Gobierno Delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división. La Historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el señor Dorrego ha debido o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. Quiera el pueblo de Buenos Aires persuadirse que la muerte del coronel Dorrego es el mayor sacrificio que puedo hacer en su obsequio. Saludo al señor ministro con toda consideración, Juan Lavalle".
Según el Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento).
Respecto de la importancia de este hecho para la historia argentina, años después Sarmiento diría:
"...la muerte de Dorrego fue uno de esos hechos fatales, predestinados, que forman el nudo del drama histórico, y que, eliminados, lo dejan incompleto, frío, absurdo."

Faltaban 11 días para Navidad. A la orden de "¡fuego!", un pelotón de fusilamiento unitario acribilló de ocho tiros en el pecho al coronel federal Manuel Dorrego, ex gobernador de Buenos Aires. Había sido estudiante de leyes, militar indisciplinado en los cuarteles pero valiente en el campo de batalla, apasionado político y patriota hasta los huesos. Fue una víctima más del crónico desencuentro entre argentinos. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.
Fuente:
Encina, Francisco Antonio "Historia de Chile" Sexta parte, La Patria Vieja y La Reconquista, capítulos I, II, III, IV, V, VI, VII. Tomos 10 y 11, Sociedad Editora Revista Ercilla Ltda S. A., noviembre de 1983.

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